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Otros libros para San Valentín

Portada Omara en el París de las MaravillasEn las listas y recomendaciones de literatura romántica que proliferan en estas fechas, aparecen una y otra vez las famosísimas 50 sombras de Grey. Además, está a punto de estrenarse su adaptación cinematógrafica lo que ha generado una expectación desmesurada. Casi no me atrevo a deciros que, y nadie se me ofenda que no pasa de ser una opinión personal, me parece un libro muy malo. Una historia previsible, con unos personajes estereotipados y completamente inverosímiles y que nos presenta una imagen de mujer tradicional y sometida al varón, con lo que costó ir cambiándola… En nada diferente a otros bestsellers románticos como los de Federico Moccia. Por eso, me pregunto si el éxito de las Sombras se debe a esas escenas eróticas que se suceden en el libro. Así que, he pensado en algunos títulos de literatura erótica que os podrían gustar como El amante de Lady Chaterlay, de David H. Lawrence, Historia de O, de Pauline Reage, Lolita, de Nabokov, La vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, entre otros de la desaparecida colección La sonrisa vertical, o La pasión turca de Antonio Gala, por citar algunos.  Me acuerdo también de Henry Miller, cuyas obras, de carácter autobiográfico, en las que hablaba de sexo con lenguaje directo y sin tapujos, lo proclamaron como maestro de la revolución sexual de la década de los sesenta del pasado siglo. Por citar una, yo me quedaría con Trópico de cáncer, publicada en 1934 y dónde retrata sus años de artista pobre en París.

A la misma época nos traslada Omara en el París de las Maravillas, recién salida de imprenta, del escritor ovetense Manuel Herrero Montoto y secuela de Omara, la trapecista, publicada en 2000. En ella, Coldo, el joven que leía las aventuras de Omara en un viejo vagón de tren,  es ya un anciano que lee a otros ancianos más historias de la trapecista en un geriátrico muy singular. Como el propio autor declara en La Nueva España,  “es una novela para mayores de 18 años, pero a pesar del contenido erótico, yo busco que el lector se ría, para eso mezclo lo grotesco con lo pornográfico”. Nosotros tendremos la suerte, el 23 de abril, de contar con la presencia del autor en la Biblioteca para presentar la novela a los lectores pravianos. Mientras tanto, podéis leer la entrevista que publica la editorial Septem.

Y siguiendo con el humor, con el amor y el erotismo, os recomiendo, si no lo habéis hecho ya porque es un clásico, que leáis Amor seAmor se escribe sin h escribe sin h, de Enrique Jardiel Poncela. Más adelante os contaré más de él, puesto que vamos a leer La tourneé de Dios en el club, pero conviene recordar ahora que es uno de los maestros del humor de nuestro país y que perteneció a la llamada «otra generación del 27», la de los creadores del humor contemporáneo como Tono, Edgar Neville, José López Rubio o Miguel Mihura. Jardiel buscaba renovar el humor, y, así, nos dice que «Ese fue el propósito que me empujó años atrás a la escena y que en ella me mantiene: renovar la risa. Arrumbar y desterrar de los escenarios de España la vieja risa tonta de ayer, sustituyéndola por una risa de hoy en la que la vejez fuera adolescencia y la tontería sagacidad. Y a esa risa joven y sagaz, cuyo esqueleto estaba hecho de inverosimilitud y de imaginación, inyectarle en las venas lo fantástico y llenarle el corazón de ansia poética.» Amor se escribe sin h es la primera novela de Jardiel, publicada en 1928, en la que pretende reflejar la realidad del amor frente a lo leído sobre él para «deshacer esas falsas ideas, que pueden emponzoñar los claros manantiales de la juventud y he decidido poner a los jóvenes de España y América cara con la sinceridad. (….) pues pienso que las novelas «de amor» en serio sólo pueden combatirse con novelas «de amor» en broma. Exactamente igual hizo Cervantes con los libros de Caballerías, sin que esto sea osar compararme con Cervantes, pues entre él y yo existen notables diferencias; por ejemplo: yo no estuve en la batalla de Lepanto», nos dice en el prólogo.

 

Felices lecturas.

 

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